Escribo estas palabras desde Madrid y con las sensaciones de haberme despedido de un gran peregrino y persona como es el amigo brasileiro Dom Veiga. Ahora, ya en frío y tras dos días transcurridos puedo ver en perspectiva esos abrazos emotivos que llegaron a las lágrimas y a todas esas emociones humanas que se producen cuando uno alcanza vivencias que honran esa bella y noble palabra llamada Viajar.
Siempre ha resonado en mi mente y corazón aquella frase de cabecera que era seña de identidad de mi admirado Manu Leguineche: » Lo mas importante no son los paisajes, lo que verdaderamente importa del viaje son los paisanajes» . Y es que cuando partí para empezar el Camino de Santiago iba en busca de un tiempo de los regalos donde el bien más preciado iban a ser las personas que apareciesen en los caminos. Un viaje lleno de encuentros humanos que iba a ser una experiencia vital de ese caminar diario que me iba a permitir reencontrarme con sensaciones que quería recuperar. También iba en busca de olvidar, de reflexionar, de poner la mente en blanco para así proyectar nuevos sueños y retos en un futuro que aparece claro pese a estos tiempos inciertos y convulsos en los que nos encontramos.
Hoy , el viaje humanista adquiere para muchos un fin en si mismo y en su pura esencia. Al final esa forma de viajar termina por ser un viaje al corazón del hombre y de uno mismo. Y es que en estos tiempos que nos ha tocado vivir muchas veces el tiempo y la rutina avanzan a una velocidad que no nos permite detenernos a pensar ni a apreciar cosas tan sencillas como un amanecer o el canto de un pájaro. Los viajes de hoy en día siguen teniendo todo el atractivo por el conocimiento geográfico, cultural o paisajístico ; pero muy pocas veces nos encontramos con un viaje como el del Camino de Santiago que une todo aquello y nos sirve desde un plano personal y si se me apura existencial.
Hoy, estamos inmersos en unos tiempos en el que los relojes avanzan más rápido de lo que nos muestran los agujas del reloj. Una sociedad en la que un vuelo de avión hace que experimentemos el viaje sin apreciar las inmensas distancias recorridas ni los pueblos o culturas que vemos desde el aire. Por ello, un viaje como el Camino de Santiago permite reencontrarse con una forma pausada de viajar donde el caminar día tras día permite apreciar el valor del espacio recorrido y descubrir las maravillas que nos encontramos diariamente. Con ello, una forma de viajar antigua se presenta ante nosotros con toda su magia y encanto. Pese a estar en pleno siglo XXI el viaje del peregrino a Santiago nos aleja de esos viajes modernos y nos hace viajar en el tiempo permitiendo descubrir las grandezas y los problemas de los viajes antiguos .
Por ello cada vez siento más eso de identificarme con el viajar despacio, con el empaparme de las gentes, con saborear amaneceres o atardeceres mientras uno puede maravillarse ante esos colores del cielo y los campos que reciben la única banda sonora de los pajaritos al sol. Con esas y otras sensaciones el Camino de Santiago era un viaje en su pura esencia para encontrar la ansiada paz que necesitaba y que marcaba un muy necesario punto de inflexión en mi propia vida
Las frases del maestro Leguineche se acoplan con aquellas otras de Kapuscinski o de Leigh Fermor y reivindican una forma de viajar donde el encuentro con el OTRO adquiere una ensencia básica del Viaje . No puedo negar la influencia de dichos viajeros y escritores en mi vida, así que ese toque humanista del viajar representa para muchos el reflejo de la propia vida y de nosotros mismos. Es a partir de esos encuentros con otros seres humanos lo que nos lleva muchas veces a conocer aquello que verdaderamente somos y a aprender aquello que ignoramos o que siempre quisimos saber.
Reflejar estos treinta y cuatro días caminando a través del Camino de Santiago me resulta tremendamente emotivo, especial y enriquecedor. Es ahora, con la necesaria calma y reposo cuando valoro en toda su grandeza a las personas que me han acompañado de forma directa e indirecta en tan legendario Camino. Nombrar a toda la gente sería un acto imposible y dejaría en el olvido a alguien Así que mi homenaje es para todas las personas que me han acompañado desde Saint Jean Pied de Port hasta las costas del viejo fin del mundo en Finisterre y Muxia. Faltan muchas fotos de algunos abrazos, y no están todos los que son, pero si que son representativos todos los que están en ese inolvidable viaje del Camino de Santiago.
Un viaje que resultó ser un camino de los abrazos que se cruzaba con el camino más corto y el tiempo de los regalos. Un viaje inolvidable e irrepetible que siempre será un viaje que llega a lo más hondo del corazón y de la propia VIDA….
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