Escribo ahora mismo en la habitación de un hostalito desde el que diviso no muy lejos los restos de unas ruinas romanas. Y tengo que decir que ha sido una grata sorpresa que se une al contraste que viene a conformar ese caleidoscopio fascinante de hechos y culturas de la zona en la que me encuentro. Una mezcla y caos que se remonta a través de muchos siglos de la Historia con mayúsculas. De las cúpulas doradas de Aleksander Nevsky en Sofia a encontrarme hoy con un teatro romano son algunos de los regalos que seguro se encontró el bueno de Patrick Leigh Fermor en su viaje camino de Constantinopla.
Estoy en una agradable ciudad de Bulgaria a la que los romanos llamaban Philippopolis ya que fue conquistada por Filipo II , padre de Alejandro Magno. Una ciudad que por cierto nunca había escuchado en mi vida, y es que así son las sorpresas que recibe el viajero en esta zona del Este de la vieja Europa.
Estar en una ciudad que se remonta a tiempos tan antiguos y verla en la actualidad siempre me lleva a divagar y dejar especular a la imaginación. Con ello me pongo a pensar en todo lo que sus calles han visto y/o sufrido a lo largo de los tiempos con tantas civilizaciones e imperios. En la actualidad la ciudad es conocida como Plovdiv y tras la capital Sofia es la segunda urbe más importante y poblada de Bulgaria .
De nuevo estoy inmerso en un viaje lleno de significado y que lleva a continuar uno que realicé hace años desde Budapest a Venecia atravesando partes de Bosnia , Croacia y Eslovenia .En una semana he llegado a un lugar con legado de los romanos y que curiosamente tiene a escasos doscientos metros la Mezquita de Dzhumaya y a la catedral de Bogoroditsa . Todo ello con retales del actual siglo XXI y de un siglo XX marcado por el haber estado en el bloque del Este y con las características de la vida, sociedad y política comunista.
Tengo y siento eso a menos de cinco minutos de donde me encuentro. Así que dejo volar la imaginación a tiempos antiguos de los romanos, que luego se superponen con los del Imperio Otomano o viendo pasar camino de Asia a un tal Alejandro Magno. Luego más cercano en el tiempo siento la tierra temblar arrasada por las bombas a traves de los innumerables conflictos y veo las líneas marcadas por lo que dice el Partido con décadas de dictadura comunista teledirigida desde la lejana pero siempre presente Moscú.
He dejado atrás contrastes enormes que van desde el dormir en el Monasterio de Rila a sentir los restos del Comunismo en el Museo del Arte Socialista y en el Monumento a los Soviéticos de Sofia. Son simplemente algunas muestras que vienen a sumarse a los contrastes fascinantes que uno se encuentra en esta parte del mundo. Ya lo dijo Churchill con aquella legendaria cita de que » Los Bálcanes tienen más Historia de la que pueden asimilar».
Los países que conforman la zona de los Bálcanes siempre me han interesado y fascinado. Viajar por estos lugares me hace sentir cosas que no puedo experimentar en Europa Occidental. Y es que el viejo continente empezaba y acababa el siglo XX con conflictos en estos territorios y la inevitable caída del Comunismo hizo que aparecieran estados con innumerables problemas y con fronteras muchas veces complejas y bastante difusas.
El interés por la zona se debe al haber unido la fascinación por la Historia ( antigua y reciente) con los conflictos del pasado siglo .Y es que en los Bálcanes nos encontramos en un cruce de caminos desde hace siglos o milenios donde hay un crisol tremendo de razas, religiones y culturas. La sangre ha sido derramada en estos lugares en innumerables conflictos , tanto debido a los intereses geopolíticos como a la barbarie ejercida en el nombre de la religión o de la expansión de diversos imperios.
Y todo ello inevitablemente ha ido ligado e inseparable con las lecturas que hice todos estos años , como aquellos fascinantes e imperecederos libros de los «Fantasmas Balcánicos» de Robert D Kaplan , «Gorazde» de Joe Sacco , «Territorio Comanche » de Pérez Reverte o las Postales desde la tumba de Emir Suljagic. Libros que te impulsan para viajar y así conocer por uno mismo territorios donde la imaginación se acopla a la realidad. Libros unidos a otros nuevos viajes que se prolongan con nuevas lecturas que hacen extenderse la llama de la curiosidad por aprender sobre el terreno. Y es así en una perfecta simbiosis donde se acoplan la inseparable pasión viajera y lectora para intentar aprender algo del mundo que me rodea.
Así que es ahora cuando volvemos a esta fascinante parte de la vieja Europa, lejos queda aquel puente de Mostar con sus aguas cristalinas y los restos de metralla en la vieja Universidad de Sarajevo. Allí, entre edificios destrozados y cementerios improvisados en los parques del centro de las ciudades recibí muchas lecciones que ninguna Universidad puede darme jamás. Callejeando por aquellas calles ví, pensé , lloré y reflexioné mucho en un ya lejano viaje del año 2007.
Un crisol de culturas fascinante y contradictorio que me transmite una curiosidad extrema por viajar y conocer algo de esta parte de la vieja Europa .Y es que la zona balcánica muchas veces parece enormemente alejada de lo que ocurre en capitales europeas como Madrid, Londres, Berlín o Roma. Ciudades que se encuentran a tan sólo unas tres horas de avión , pero que muchas veces parecen tan alejadas como distantes de esos fantasmas balcánicos que siguen fascinando a algunos viajeros entre los que me encuentro.
Hoy la cita es : » Viajar enseña tolerancia» Benjamin Disraeli
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