Viajar como leer tiene la magia de trasladarnos en el tiempo y recrear muchas de nuestras viejas ensoñaciones infantiles. La literatura como el cine tienen esa mágica capacidad de hacernos soñar y de dejarnos algunos nombres que siguen dentro de nosotros mismos a pesar del tiempo transcurrido.
Uno de esos legendarios nombres es sin duda Transilvania, quizás es una tierra que con nombrarla nos evoca directamente a misterio, a leyendas, a vampiros y a viejos castillos. Y es que al igual que Transilvania hay otros viejos nombres como Samarkanda, Tombuctú o Varanasi que parecen sacados de un fabulador infantil, solamente con pronunciarlos vamos a un fascinante mundo de viajes, aventuras y viejos misterios.
Durante mi reciente viaje por algunos países de los fantasmas balcánicos tenía una cita ineludible con esa misteriosa y bella región de Rumania. Una tierra Transilvania, que como tantas otras partes de los Balcanes tiene su historia mezclada en conflictos y en viejos imperios. Trasilvania es uno de esos grandes cambios geopolíticos y estratégicos de Europa en el periodo de entreguerras, y es que hace menos de un siglo era una tierra que pertenecía a Hungria.
Bram Stoker tuvo gracias a su genialidad la capacidad de inmortalizar Transilvania con aquella obra maestra de la literatura que es Drácula. Y es que el viejo mito del vampiro sigue siendo uno de esos villanos ( o héroes, según se mire ) que vale por si mismo para hacernos volar de nuevo con la imaginación de aquellos viejos sueños o pesadillas. El misterio y la leyenda abrazadas de la mano con parte de la Historia que se ve difuminada por el incomparable legado de una obra atemporal y eterna. Viejos libros que se cruzan con nuevos viajes y eternos sueños , y es que a veces en la fascinante aventura de la vida simplemente hay un paso que va de leerlo a vivirlo.
Mi primera toma de contacto con la vieja Transilvania fue en Brasov y desde el inicio sentí que estaba dentro de un misterioso y fascinante cruce de caminos donde me sentía muy a gusto. Un colorido en las plazas y el reflejo del sol sobre las fachadas de las casas de colores me hacia reencontrarme con unos contrastes que me fascinan.
Y es que la magia aparece muchas veces de la forma más sencilla, con tan solo sentarte para ver la caída del sol y ver como el cielo juega con los colores para regalarnos lo que la naturaleza ofrece. Y de fondo se mezcla y se cruza una banda sonora natural que va del graznido de los pájaros que surcan los cielos al de las campanas que replican llamando a la oración. Impasibles ante el bello espectáculo natural uno puede ver como los niños aprovechan las agradables tardes de verano para recorrer con sus bicicletas aquellas viejas e históricas plazas.
Subir a viejas montañas y castillos para divisar el lejano horizonte, caminar por calles de colores o sentarme a ver el ocaso del sol sintiendo el gentío en las plazas iba a ser una costumbre y hábito durante mis semanas en Transilvania. Caminar por la Historia y mezclarme con las gentes y sentirme lejos tanto del mundo como del pasado reciente. Sorpresas y misterios que nos esperaban en los viejos enclaves de esa tierra inmortal llamada Transilvania.
Y al final uno siente que se emociona solamente con nombrar nombres como Brasov, Sibiu, Sighisoara, Bran, Rasnov o Cluj. Trenes que me llevan lejos y que me hacen caminar por viejas estaciones que me trasladan a otras épocas y que me permiten vivir un fascinante viaje en el tiempo. De fondo al ver el ocaso del sol creo divisar el legado y las sombras de aquellos grandes maestros viajeros que nos iluminaron con sus libros y aventuras. Transilvania como el resto de Rumania iba a tener la innata capacidad de llevarme lejos y de hacerme sentir viejas sensaciones olvidadas. Una aventura dentro de un misterio que iba a ser una puerta llena de contrastes y colores que se abría completamente para ofrecerme un fascinante tiempo de los regalos…
Hoy la cita es : » Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído » Jose Luis Borges
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