Llegué a Cracovia a primera hora de la mañana, el tren me llevó del aeropuerto al centro de la ciudad y desde el primer momento pude reencontrarme de nuevo con la amabilidad del pueblo polaco. El cielo azul y la temperatura suave hacía agradable un nuevo encuentro con el país.
Ya había estado antes en Polonia, pero el aire que respiré en Wroclaw y Varsovia era muy diferente al que podía sentir ahora. Quizá las sensaciones fueran diferentes por la época del año, había visitado Wroclaw en pleno invierno y mi visita a la capital fue en marzo, cuando todavía quedaban coletazos del intenso invierno polaco. Así que el encuentro con Cracovia en pleno verano me permitía ver colores que no pude ver en mis anteriores visitas.
Polonia fue sin duda uno de los pilares básicos sobre los que gira el siglo XX en la Europa del Este. Sus tierras han sido pasto de batallas encarnizadas, también de genocidios como el que sucedió en los campos de concentración nazi de Auschwitz y Treblinka , sin dejar de nombrar la matanza del bosque de Katyn por las tropas soviéticas.
Hoy en día Cracovia es la mayor atracción turística del país, sus calles hermosas rebosan de turistas venidos de medio mundo para apreciar la belleza centroeuropea en su pura esencia. El orden, la armonía y los colores se mezclan con iglesias que sobresalen en bellas plazas. La paz reinante en su casco histórico nos lleva a veces a olvidar que en un tiempo no muy lejano se vivió el drama y el crimen en estos lugares.
La Historia y realidad de Polonia va ligada notablemente a la religión católica, eso es algo que se ve a los pocos minutos , y esa presencia se siente por todas partes, las iglesias abundan y la fe se puede percibir en cualquier lugar del país. Aquí no es extraño ver a jóvenes santiguarse al pasar delante de una iglesia, también es algo normal entrar y ver las basílicas llenas de familias, no solamente de personas mayores como es la norma en España. Así que al venir a Polonia muchas realidades se pueden entender al estar dentro de una iglesia, la propia idiosincrasia del catolicismo en el país fue vital para la caída del Comunismo.
Camino por las calles y me cruzo con cientos de turistas que sonríen como yo ante la majestuosidad de plazas y callejuelas. Llega un momento de la tarde donde me siento en un banco a divisar la vida pasar, en esos momentos mis ojos se cruzan con los de una anciana que me muestra esas miradas que tantas veces he visto en el Este. Ese rostro marca el peso del tiempo y la Historia de un país que ha sufrido como pocos en el pasado siglo.
En esos momentos pienso en que dentro de un par de días voy a estar cara a cara con el infierno en Auschwitz y de repente me vienen a la mente imágenes que he visto y leído. Al levantarme y caminar dejo atrás el rostro curtido de aquella anciana para pensar en todo lo que habrá visto y sufrido. También pienso sin querer en las figuras que han marcado la Historia reciente de Polonia y en cierta forma del mundo. Con la mirada perdida y sin saber el motivo me vienen a la cabeza las figura de un sindicalista y de un Papa.
Y es que para entender el pasado reciente de Polonia es inevitable cruzarse con las figuras de Lech Walesa y Juan Pablo II. Aquel electricista que entró en los astilleros de Gdansk se cruzó en la Historia con un Papa que venía de ser arzobispo Cracovia y ambos pusieron patas arriba el mundo. Su legado va parejo en parte a lo que fue la lucha de Polonia contra el Comunismo y en cierta manera su recuerdo y figura refleja parte de lo que es el país. El sindicato Solidaridad del primero marcó de lleno la caída del Comunismo, pero no fue menos vital la figura de aquel Karol Woltija que posteriormente pasó a llamarse Juan Pablo II. Aquel Papa desde el Vaticano marcó un camino sin retorno, tanto para la propia Iglesia como para su propio país.
Cuando alguien como yo pasea por Cracovia y otras ciudades de Polonia es inevitable el acordarse de Walesa y del Papa Woltija. Pero al callejear por Cracovia es inevitable que en las primeras horas llegues a recordar a otra figura que gracias al cine se ha inmortalizado: Oskar Schindler.
La ciudad atrapa por su belleza y por la armonía de esos hermosos lugares que nos agradan y embelesan. Pero cuando al día siguiente me despierto bañado en sudores fríos me doy cuenta de que siento de nuevo el abrumador peso de la Historia. Cracovia es un oasis que me sirve como trampolín para llegar al infierno del mayor campo de exterminio del mundo: Auschwitz.
Hoy la cita es: “El hombre debe primero aprender a leer, y después viajar para poder rectificar”.Giacomo Casanova
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