Parece clara la respuesta que nos daría la mayoría de la gente si hiciéramos una encuesta sobre la primera idea que nos viene a la mente al escuchar la palabra Macedonia. La gente diría fruta, pero tras esa palabra hay una Historia legendaria y mítica de Europa que nos lleva a los Balcanes y que de lleno nos permite viajar desde los tiempos antiguos hasta la compleja actualidad.
Esas tierras marcan como pocas el cruce de caminos del sur de la parte oriental de Europa y nos permite ver el rumbo de la actualidad. Los Balcanes son un conjunto de países cuyo pasado, presente y futuro son fruto de los avatares del tiempo, de los conflictos, de los caprichos de la geopolítica y de las casualidades geográficas.
Unos pueden decir que Macedonia ahora es un nuevo país con forma de República, otros, sobre todo los griegos lo consideran parte de un nombre histórico que les pertenece, pero también podemos ir desde los tiempos antiguos para hablar de un reino. Quizá lo mejor sería entender la enorme complejidad de los Balcanes conforme a las fronteras difusas y viajar en la actualidad para poder hablar de una región de la que forman parte diversos países.
Todo eso va mucho más allá de las sabrosas frutas mezcladas que casi cualquiera hubiera respondido ante el dilema de Macedonia. Como tantos enclaves balcánicos, su realidad permanece olvidada e ignorada desde la anestesiada Europa Occidental. Aquí, en el sureste de la vieja Europa quedan muy lejanas las decisiones tomadas en Bruselas por los burócratas que mueven los hilos del viejo continente.
Macedonia también queda lejos de los centros vitales del turismo o la política del Este de Europa.Era una incógnita Macedonia y fue precisamente allí donde me dirigía tras haber dejado atrás Estambul y la breve escala en una Sofia que ya conocía.
El viaje en bus resultó ameno y tuve la suerte de entablar conversación con una mujer búlgara que empezó a contarme su vida a las primeras de cambio. La conversación iba fluyendo y a aquella agradable mujer le iban saliendo temas tan importantes como las desigualdades económicas, la corrupción política, los viejos tiempos bajo el Telón de Acero o la realidad actual del día a día en su Bulgaria natal. Al preguntarle sobre los motivos que la llevaban a Skopje se ruborizó y tras dudar uns segundos, me confesó que iba a una cita a ciegas con un chico serbio que había conocido por internet.
Al poco tiempo y como si de un efecto boomerang se tratase volvieron las preguntas en mi dirección. Empecé a explicarle la naturaleza de mi viaje con las motivaciones románticas en torno a un libro y a un escritor legendario como Patrick Leigh Fermor. Y cuando creímos conocernos un poco más pudimos ver a esos rostros inalterables de las fronteras que nos pedían nuestros pasaportes para permitirnos la entrada en un país balcánico tan desconocido como contradictorio.
El viaje iba llegando a su fin y yo notaba como esta nueva frontera me devolvía a los Balcanes que formaban la antigua Yugoslavia. Llegué a Skopje y a un Shanti Hostel que me serviría como hogar durante varios días. Pasear por las calles de la capital me serviría para entender algo más de la complejidad de esta fascinante parte del mundo. A un lado veía una parte más cristiana, con cafés y música a todo gas y a la otra la parte musulmana con zocos, bazares y minaretes.
En la parte cristiana, los puestos de periódicos mostraban postales que iban desde los bellos paisajes al rostro de la Madre Teresa de Calcuta . Ese rostro de la religiosa se mostraba al lado del símbolo del país: la enorme estatua del gran conquistador Alejandro Magno.
Al otro lado de un puente a medio construir se vislumbraba la parte vieja de la ciudad, donde relucían las calles estrechas y los minaretes de las mezquitas. Tras escasos minutos caminando por la ciudad recibí un chispazo que me llevó a recordar otras calles parecidas. Sin dudarlo ni un minuto pude realizar instintivamente un paralelismo bastante acertado entre la vieja Skopje con la parte vieja de Sarajevo.
Allí, en las hermosas calles de la ciudad vieja fue donde disfrutaba dejando transcurrir las horas y viendo pasar por mi mente los recuerdos de un viaje que iba llegando a su parte final. Pasaba nuevas páginas de aquel libro y de mi propia vida a la vez que saboreaba un té turco con los olores cercanos a pinchos de cordero.
Veía de nuevo rostros y calles que ya había sentido antes en otros lugares, y es que en aquellas calles, al igual que en las de la sufrida Sarajevo se sentía la Historia en su pura esencia. Delante tenía de nuevo el cruce de caminos que representan los Balcanes entre lo otomano de una Turquía que dejaba atrás y la vieja Europa de la que uno viene…
Hoy la cita es: «La región de los Balcanes tiene la tendencia de producir más historia de la que puede consumir». Sir Winston Churchill